A la una de la mañana, espera el tren Mitre en la estación
San Isidro, rumbo a Retiro. Tiene la edad indefinida de esos últimos eslabones
de la clase obrera. Las manos pequeñas y anchas, la camisa adentro del
pantalón, un bolso de cuero negro apretado entre las piernas, una lastimadura
con sangre seca en la nariz. Pero al hombre lo distingue otra cosa: una bandera
argentina atada al cuello, que le cuelga por la espalda a modo de capa. Del
celular que guarda en el bolsillo de la camisa sale un chamamé al palo que copa
la estación. El superhéroe precario no tiene más poderes especiales que el de
la supervivencia. A puro sapucai va combatiendo al reggaetón y toda esa clase
de ruidos que buscan perforar el sonido de su identidad.
Actualice, maestro, que estamos esperando.
ResponderEliminarAbrazo!