lunes, 31 de diciembre de 2012

CARTA DE RESPUESTA A UN AVIADOR (*)


Usted me dice “volar” y mi cuerpo mitad carne mitad bytes activa su lista de reproducción inconsciente: “Quisiera tener alas para volar / cruzar el espacio en libertad / como los pajarillos en libertad / que nadie me pregunte a dónde vas”. Esa canción de Inti-Illimani sonaba constantemente en mi casa de la infancia, mientras yo descubría que apenas podía levantarme del piso, que más que alas para volar tenía rodillas para reptar. 28 años después la cosa no cambió demasiado: el azote en la nuca que dan las desilusiones, los trabajos sedentarios que llevan el mentón al pecho y contraen nuestro corazón al punto de tocar casi hombro con hombro, la búsqueda en el suelo de la moneda que falta para emprender el viaje.
  Como copiloto déjeme decirle que no tenemos atributos para lo que usted quiere hacer. Tenemos un cuerpo que, si bien nunca sabemos lo que puede, por ahora ha demostrado tener una creatividad capaz de hacer aeroplanos y producir vuelo en otros objetos, pero no a sí mismo. No me venga con saltar alto. Eso es otra cosa. Apenas alcanza para arrancar un limón a la vecina del otro lado de la medianera.
  Si lo acompaño es por otro motivo. Me calzo la mochila y los guantes porque creo que tenemos mucho por descubrir en nuestros atributos finitos. Si nuestro cuerpo, que es un conjunto de relaciones, entra en contacto con otro cuerpo, que es otro conjunto de relaciones, podemos generar formas que tal vez se expandan al infinito. Es decir: si se vuela, será en grupo. Pregúntele a la piedra de la orilla si hubiese conocido el fondo de un lago sin la ayuda de una mano que la arroja, un viento que la mueve lentamente o una ola que la arrastra.
  Esto que le digo es porque supongo que su invitación no es una simple metáfora a planear imaginación mediante. Ese universo ya lo exploramos y nos dimos cuenta en el camino que teníamos los sueños contaminados de venenos enemigos.
  Una pregunta final, en caso que la cosa funcione: ¿Queremos volar para huir a algún lado? ¿Sabe usted a dónde queremos llegar?  De ser así, le pido que me informe, ya que hace un tiempo me operé de las expectativas y opté por quitármelas.


Gran abrazo,

Diego Skliar 

(*) Mail "responder al remitente" dirigido a Tomás Di Tomaso, quien me invitó a ser copiloto de una revista titulada "Hay que Volar", que en casi un año sacó un solo número de la cantidad de ejemplares que un amigo suyo pudo hacer en la fotocopiadora de un canal deportivo de cable, cuando nadie lo veía.

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