Y el Atlántico qué se yo, ahí está. Calmo, como guardando
fuerza para otras zonas, o como si tomara impulso para entrar a la ciudad. Por
las dudas, la basura forma diques de contención absurdos, que nunca podrían
resistir a las olas convencidas de cruzar la costanera. Las casas apenas se
decoran. Cumplen su función de refugio del viento, el frío y la nieve. El óxido
es la sangre de los materiales. Todo se deja morir. ¿Para qué cambiar lo que se
estropeará de todos modos? Nada de árboles. Algún arbusto reseco, pastos
amarillos que brotan en la vereda. Las plazas son pedazos de nada, con hamacas
y toboganes que una vez trajo el municipio, en un descarte que llegó de
capital. Los perros sí. Los perros andan sueltos y decididos. No ladran ni
persiguen a nadie. Tal vez alguien los pueda seguir, para saber a dónde van. En
los últimos años llegaron chinos. O coreanos. O japoneses. Van a las empresas
de donde salen los camiones con tecnología de punta. También vinieron
dominicanas y puertorriqueñas, que el pueblo hizo putas antes de escuchar su
voz. Los hombres cuentan la anécdota de la brasilera enferma, que alguien
arrojó desnuda desde un barco, sin plata, sin documentos, sin idioma para este
lugar. Los del Ministerio la limpiaron, los del hospital le dieron antibiótico
y la mandaron de nuevo a Brasil. Se ríen los hombres cuando lo cuentan, por lo
general en la sobremesa, al mediodía, antes del sexo terco que hace sonar los
huesos fríos, antes de acabar y dormitarse, antes de volver al trabajo. A veces
algún pibe trae una moda de quién sabe dónde, quizás de internet, que llega con
cortes pero llega, entonces alguien que tiene local empieza a vender esas
prendas y se instala una temporada extraña de jóvenes que se visten de colores
llamativos, o se ponen gorras, o aros, o juegan al básquet, entonces el
municipio hace canchas y la escuela prohíbe los pantalones que permiten que se
vea la ropa interior. Después pasa. Y los jirones de las prendas se sueltan del
broche, de la soga y se van como barriletes insólitos hasta el Atlántico, que
los devuelve asqueado y los deja ahí, en la costa, formando diques que nadie
levanta por algún conflicto gremial.
que pasa skliar? hace mucho tiempo que no hay ningun escrito.
ResponderEliminarse necesitan.
abrazos
eño
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ResponderEliminarsi estas de acuerdo me responde con un mensaje a emitacat@gmail.com
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Emilia