Los martes a la noche se arma ping pong en La Casona de
Humahuaca. En ese espacio podrían poner mesas y ganar más plata, pero no lo
hacen, y será por eso que me gusta ese lugar y la gente que lo lleva adelante.
Después de cuatro cervezas, una discusión sobre el kirchnerismo y anécdotas de
viajes, pinta un partido contra Santi. Recuerdo haberlo enfrentado en un
dobles, donde si bien no se muestra la capacidad real de cada individuo,
alcanza para intuir potencialidades. En el peloteo nos hacemos los boludos.
Pegamos sencillo, escondemos las cartas. Yo mido cuánto lo inquieta mi mayor
ventaja deportiva: soy zurdo. Santi lo entiende rápido y enseguida me tira al
revés. Pienso que me va a pasar el trapo. Tiene mejor estado físico y trabaja
acá, por lo cuál debe jugar más seguido. No hay público, esto es orgullo
personal puro. El partido por los porotos es intenso, de puntos largos, pero
estoy firme y con buenos reflejos. Me pongo 18-11 arriba y creo tenerlo
controlado. Sin embargo, recuerdo un partido profesional de tenis que vi con mi
viejo en Brasil, donde uno que tenía el triunfo asegurado, empezó a perder
puntos al rolete y gritó “concentration to finish the match”. No me lo olvido
más: un mantra necesario para resolver situaciones en cualquier aspecto de la vida.
Por los parlantes del bar empieza a sonar uno de los pocos temas tolerables de
Soda Stéreo: Ella Usó Mi Cabeza Como un Revolver. Me doy cuenta que estoy
esperando que llegue esa parte de “pasa el tiempo y ahora creo que el vacío es
un lugar normal”. Un hallazgo poético. La puta madre, estamos 18 iguales. Logro
un 20-20 y vamos a 5. Arriesgo demasiado y pierdo todo en el tie-break. Cambio
de lado y revancha. Acá la luz es una mierda y tengo en contra la inclinación
del suelo. Estoy obligado a jugar más alto. Se activa una memoria ancestral y
recuerdo que debo hacer coincidir la exhalación con el golpe. Estado de
presencia. Libros de Castaneda. Gano 21-18. Vamos por el bueno. Estoy cansado y
me pica la camisa. Veo chispas brillantes en el aire. Siento que un animal
orgulloso juega por mí. Amo a esa bestia que me habita y devuelve todo, ataca
con precisión y encima tiene la suerte de colocar dos pelotas seguidas en el
fleje del contrincante. Un estado de concentración maravilloso que solo consigo a través de este deporte. 21-18 otra vez. Mierda que soy
ambicioso, amo ganar. Tengo ganas de alzar el puño o algo así, pero me reprimo.
Le doy la mano a Santi y nos agradecemos el momento.
muy bueno...!
ResponderEliminar"Impecable!" te diría Don Juan
guille
gracias!