sábado, 21 de enero de 2012

ANÁLISIS EXPRESS


La cantidad de edificios nuevos, vacíos y sin cartel de venta que se ven en la ciudad y empeoran nuestra calidad de vida, tal vez deban ser leídos también como inversiones en ladrillos de las grandes ganancias que deja el monocultivo de soja, que no solo se produce acá para alimentar chanchos en China y para fabricar biocombustibles de autos europeos (mientras se limpia la imagen de las petroleras a través de un discurso ecologista), sino que además elimina la biodiversidad, utiliza agroquímicos contaminantes que producen enfermedades como el cáncer, sin crear siquiera puestos de trabajo, lo cuál hace que los pequeños campesinos y las comunidades indígenas, o bien sean masacradas por sicarios contratados por sojeros inversores en ladrillos (como hemos visto en noviembre último con el crimen de Cristian Ferreyra en Santiago del Estero), o bien tengan que emigrar a los cordones urbanos, ampliando las villas miserias, viéndose en la necesidad de ocupar tierras para exigir vivienda digna y terminar, ahora sí, asesinados por un conjunto de fuerzas policiales articuladas, como hemos visto hace poco más de un año, en el Parque Indoamericano. 

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