De pie, sin despertador. Ir a la cocina. Reloj en números
romanos. No interpretar. Teléfono. Tratar de pensar posicionamiento del sol
sobre los objetos. ¿Dormí 26 horas? Teléfono. Pedazo de sueño pegado en la
parte posterior del cráneo: hamacas chirriantes. Teléfono. Hola. No, acá no hay
ningún Germán González. No funciona ninguna talabartería. Acá no hay cueros ni
nunca hubo. El dueño anterior se apellidaba Serafini. Enterró a su perro en el
cantero, lo supe después de trasplantar las orquídeas. Disculpe, ¿me podría decir
la hora? Ah, no dormí nada. No hay problema, buen día.
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