Anoche dos pibes en cueros se mataban a trompadas. Una piba
gritaba basta, hasta que pintó la sangre y se fue corriendo para la avenida. En
esa esquina, bajando el puente en sentido al centro, si se mira hacia arriba,
se puede ver un cartel digital de publicidad nuevo y apagado. Todavía no ofrece
nada. Está apoyado sobre el techo de la estación de servicio recuperada por sus
trabajadores. Les impiden vender nafta, pero mantienen el kiosco, usan la playa
de estacionamiento y lavan los autos a mano a bajo precio. En verano se respira
un olor inédito, mezcla de petróleo putrefacto y superación de las
posibilidades de gestión del espacio. Hoy el viejo gallego que está a la noche
me dijo que mejor no me lleve el buñuelo de verdura, que está muy aceitoso.
Pusieron un cantero en la esquina, pero nunca sembraron nada. Ahí se apoya,
porque da la sombra, el peruano que aprovecha el semáforo para ofrecer
inflables con forma de pato y fundas de celulares. Enfrente está el vendedor de
jazmines, siempre y cuando no caiga el repartidor de estampitas que una vez me
confesó que Dios es un negocio redondo, que deja el 500 % por figurita. De ir
en sentido contrario a la avenida, conoceríamos al Mono Mario y su curioso
puesto de comidas rápidas, frente al restorán peruano “Mi Chiclayanita”, pero
ese es otro capítulo. Mejor crucemos la
avenida, por donde corrió la chica cuando corrió la sangre. De día suelen estar
los centroamericanos que venden carne a la parrilla, en la esquina de la bodega
abandonada hace más de veinte años. Buen arreglo con la policía, buena carne,
sillas de plástico por si querés quedarte a comer al calor de las brasas.
Además, tiene vista al cartel gubernamental que dice “cada vez es más fácil
conseguir trabajo” y que sistemáticamente alguien se encarga de reventarle a
palazos el acrílico que lo recubre.
Diego... me gusta cómo escribís... tu relato fragmentando el tiempo como tu enojo fragmenta la descripción que, no obstante (o inclusive:)cierra la cinta de moebius... porque las superficies deseablemente incompatibles, tarde o temprano acaban en un punto... ¿de encuentro?... gracias por decir... fragmento... narrado.
ResponderEliminarFernanda
Gracias por el tiempo en leer y comentar, Fernanda. Un abrazo.
ResponderEliminargracias por mencionar al gallego de la estación, ese hombre es un personaje literario hecho carne.
ResponderEliminarnos cruzaremos en la esquina!
abrazo!