Cuando me mudé solo, la abuela Berta me regaló una heladera.
Un obsequio para mi boda con la soledad, de la que me separaría dos años
después, a pesar de mantener un gran vínculo. La abuela me dijo dos cosas: “Es
una Bosch” (como garantía de algo que no comprendí) y “tiene lugar para la
comida de los nietitos”. El uso del plural me desgarró.
Hace tres meses Valeria notó que la leche y el queso blanco
se cortaban demasiado rápido. Su hermano biólogo nos dijo que podía ser una
bacteria, que la limpiemos bien. El problema seguía y se había agregado un
ruido molesto. Por la noche escuchábamos pequeñas explosiones que nos hacían
balbucear entre sueños. Entonces decidimos guardar un vaso con agua. Lo dejamos
tres horas y no se enfrió. Yo dije “no puede ser, es una Bosch”. El freezer
andaba, pero tardaba cuatro días en hacer hielo. Empezamos a usar el freezer
como heladera y la heladera como armario. En el año no hay tiempo para recibir
técnicos y menos para que lo dejen a uno colgado, como suele suceder. En enero me
puse en campaña. Conseguí el teléfono de José, a quien tenía que decirle que el
contacto me lo había pasado Hugo, el de los lavarropas, a quien no conozco para
nada. Le describí el problema.
- Decime, ¿es una frost free? –preguntó José del otro lado del
tubo. Fui hasta la heladera y vi la inscripción en letra cursiva, lo cuál me
hizo pensar que era una buena cualidad del aparato.
- Por supuesto, frost free.
- Cagamos.
El asunto es que los genios de Bosch importaron las heladeras
pero no los repuestos. Encima parece que la frost free tiene una plaqueta
electrónica que no se arregla con nada. Una suerte de caja negra. “Si es eso,
estás frito”, dice José. Soy una escena más de “Comprar Tirar Comprar”, el
documental de Cosima Dannoritzer sobre la historia secreta de la obsolescencia
programada. La película cuenta cómo después de la crisis del 30, el estado
norteamericano y las empresas decidieron acortar la vida útil de los productos
para vender más. Por suerte, a la oscuridad de la plaqueta se le opone una luz
de esperanza.
- Ojo, puede ser el motor del ventilador y eso te lo arreglo.
- Ah, eso sería muy bueno.
- Pero si es la plaqueta…
- Estamos fritos.
- Eso.
José viene un miércoles a la mañana. Hombre mayor, ágil y
sonriente, más ancho que largo, mano fuerte al saludar, cara de buen tipo. Trae
una valija pequeña.
- ¿Dónde está la enferma?
- ¡Por ahí! –digo tal vez demasiado excitado, como un ayudante
de superhéroe.
José abre y cierra las puertas. Toca un botón que nunca
había visto. El motor funciona. Me parece una gran noticia. Pero si es la
plaqueta... ¿No era que podía ser el ventilador? Puede ser el ventilador.”Desenchufala el
domingo y vuelvo el lunes. Si trabajo congelado te voy a romper el plástico”.
Siento que la frase puede contener una metáfora de la vida. Me quedo pensando.
Si trabajo congelado te voy a romper el plástico. Me equivoqué: no hay metáfora.
Quizás el título de una obra de teatro de revista, pienso mientras guardo un
par de medias en el segundo estante de la heladera.
Continuará.
Jajaja
ResponderEliminarCreo que nunca estuve tan preocupada por la salud de una heladera (ajena). Suerte y que se cure pronto!
Noo! Leía y cada vez me sentía más identificada. Tuve que ir hasta mi propia heladera y como era esperable, se trataba también de una frost free.
ResponderEliminarNos pasó exactamente lo mismo, solo que después de unos cinco días de usar el freezer como heladera y sin que la viera ningún técnico (era uno de esos fines de semana largos), la Bosch revivió, solita, así como se rompió. Quizás sólo necesitaba un descanso..
Te deseo la misma suerte..
sé que es mucho más linda una devolución por escrita que un "masuno" pero bueno, las sociedad enredada nos enseño a abreviar palabras en botones y yo soy dos punto cero vistes. mis disculpas, escliar.
ResponderEliminareso sí: el masuno significa que me gustó y que me sacó una carcajada, eh
¡Gracias por tu tiempo!
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