Un vaso de yogur con agua que
sirve de maceta para una planta que tiene hojas con forma de moneda. Está
apoyado sobre un volante con las diversas clases de artes marciales donde
resalté los horarios de tai chi. Al lado, un cenicero con tres colillas. Una birome
negra sin tapa que no hace falta probar para saber que no funciona. Los
tornillos de algo que desarmé. La fuente quemada de una computadora que guardé
pensando que podía tener un sentido artístico. Un banquito de plástico con una
pata rota después de la caída de mi amigo Pablo. Fue gracioso. El mismo día
volcó Ananá Fizz en la terraza y cuando quiso baldear se mojó las zapatillas.
La pared a medio pintar. Una mosquita que salta por el monitor y ahora está
Acá
Acá.
No,
acá.
Acá
quedó su sangre.
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